¡Hola, amantes del veganismo y de la vida sostenible! Soy Carlota, vuestra guía en este delicioso camino hacia un estilo de vida más consciente y respetuoso con el planeta. Hoy quiero compartir con vosotros un tema que seguro os encantará: la elaboración de la salsa de soja. Sí, esa compañera fiel de muchos platos que añade un punch inigualable a nuestras recetas. Así que, ¿qué decís? ¿Os embarcáis conmigo en este viaje de sabor?

Orígenes milenarios que impregnan cada gota

Antes de meternos en harina… o mejor dicho, en soja, acompáñame a dar una pequeña vuelta por la historia. La salsa de soja tiene su origen hace más de dos mil años en la antigua China, y desde allí se extendió por toda Asia, convirtiéndose en un condimento básico. Me hace gracia imaginar a los antiguos cocineros probando esta alquimia fermentativa y diciendo ¡Eureka!, aunque seguramente en chino sonaría diferente.

El ingrediente secreto: Paciencia (y un poco de soja)

No os voy a engañar, hacer salsa de soja en casa es un desafío de paciencia. Se necesita tiempo y amor por lo que haces, pero el resultado es tan gratificante que merece la pena cada segundo. Básicamente, necesitáis soja, trigo (hay versiones sin trigo para los celíacos), agua y lo más importante: un fermento compuesto por hongos, como el Aspergillus oryzae. Estos pequeños magos son los que trabajan duro para transformar los ingredientes en algo mágico.

El proceso: Un baile de sabores y aromas

Para los impacientes, tengo malas noticias: este baile puede durar meses, incluso años. Iniciamos con el remojo y la cocción de los granos de soja, seguido por la mezcla con el trigo tostado y molido. Después, se añade el fermento, y ahí empieza el show. Esta mezcla se fermenta en grandes cubas donde los sabores y aromas se desarrollan y evolucionan. Es como criar un Tamagotchi, tienes que cuidarlo, pero en vez de lloriqueos, os recibirá con un olor increíble cada vez que levantéis la tapa.

El punto exacto de sabor: La maduración

Si creíais que el proceso anterior era largo, la maduración os pondrá a prueba. Durante un período que puede ir de meses a años, la mezcla continúa su fermentación. La salsa va adquiriendo ese color oscuro y esa complejidad de sabores que tanto nos gusta. Y aquí viene la parte divertida, cada productor tiene su método secreto de maduración. Algunos incluso dicen que les cantan a sus salsas, pero aquí entre nosotros, incluso si no les cantáis, va a salir rica.

La cata final: Un mundo de umami

Cuando el proceso de maduración termina, obtenemos finalmente la salsa de soja. Pero no acabamos ahí, amigos míos. La salsa se tiene que filtrar, pasteurizar y luego se degusta para asegurarse de que tiene el balance perfecto de umami. Ese quinto sabor, el gustillo ese que nos hace decir «mmmm» sin siquiera darnos cuenta. A final de cuentas, todo buen chef tiene que probar su creación, aunque nos juguemos que nos transformemos en un frasco de salsa de soja viviente de tanto probar.

Únete a la Rebelión Veg

Y aquí concluye nuestra travesía fermentativa del día de hoy. Espero que os haya picado la curiosidad y tal vez, incluso os atreváis a hacer vuestra propia salsa de soja. ¡Juntémonos en esta rebelión por una vida más sostenible y deliciosa! Y si tenéis alguna anécdota sobre fermentaciones fallidas o exitosas, estoy deseando leerlas. Dejad vuestros comentarios, experiencias o cualquier duda que tengáis aquí abajo. ¡Hasta la próxima revolución culinaria!

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